En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

miércoles, 29 de julio de 2015

Mi pequeño drama


Hace más de cuatro años que puse en marcha este blog. Cincuenta meses. Cuántas cosas han sucedido en ellos. Desde hace unos cuantos lo tengo algo olvidado. No por falta de tiempo, que es la excusa universal para no admitir que se ha perdido el interés por algo o alguien (para lo que importa siempre hay tiempo), sino porque ando sumido en una larguísima «crisis lectora» y porque hablar de humor requiere estar de humor, lo cual no siempre es posible.

El 29 de enero de 2012 hablé aquí sobre cómo sería hoy don Quijote. Por incontables motivos le tengo mucho cariño a esa entrada que, para mi alegría, enseguida se convirtió en la más leída de toda la historia del blog. Así ha seguido a lo largo de más de tres años, gracias a varios miles de personas.

Hace unas horas ha dejado de serlo. Gurb la ha superado con una entrada del 10 de febrero de 2014, que complementé tres días después con un artículo titulado Noticias de Gurb.

No puedo decir que no le tenga cariño a Gurb y sobre todo a su compañero, que se hartó de buscarlo por Barcelona, pero nada comparable al que profeso a don Quijote. Tampoco los libros ni las circunstancias de uno y otro artículo tienen nada que ver.

Esta derrota de don Quijote se ha producido, de nuevo, en una batalla sin gloria: tras ser derrotado por un rebaño, un molino y otros mil "enemigos", ahora lo ha sido por un ser ridículo y pacífico, protagonista de una historia que ni pretendía ser un libro. Qué humillación para quien da vida a la novela más importante. Triste sino el de don Quijote. Pero en esta derrota me queda un consuelo que también lo sería para él: no ha habido fuerza en la tierra que haya podido vencerlo en este blog. Ha tenido que venir un marciano, un ser de otro mundo, para acabar con él.

Así debía ser, me temo, porque mirad alrededor y veréis que no hay sitio para los soñadores. Al soñador se le observa con displicencia o condescendencia, que es la forma más baja y desigualitaria del respeto; del respetito, quizá diría Mihura; se le profesa el afecto reservado a las mascotas; se le puede tener simpatía y cariño, pero no despierta pasiones; no se le ama ni aunque comparta todos y cada uno de sus sueños. Para que se le ame debe desaparecer y, como don Quijote, transformarse a su vez en un sueño. Don Quijote, como buen soñador, además de bueno era noble y generoso. Solo le sirvió para que todos, hasta los más cercanos, se aprovecharan de él. Pobrecillo, hoy todo sigue igual. El compañero de Gurb que protagonizaba la novela, en cambio, es  tan bueno como le permite el «ande yo caliente», por no hablar del egoísmo de Gurb. Si las ensoñaciones de don Quijote han cedido en este mundo frente a la pragmática ignorancia de un marciano y al egoísmo de su compañero, probablemente sea porque los verdaderos marcianos siempre han sido los soñadores.

En mi blog Gurb se ha puesto primero y, dada su velocidad, don Quijote ya no le alcanzará. Pero permaneceré a su lado. Sigo teniéndole más cariño a su entrada, porque para saber cuál sería hoy el aspecto de don Quijote es preciso hacer algo muy parecido a soñar.


lunes, 27 de julio de 2015

La importancia de las portadas


          Voy a contar una historia más o menos curiosa.

          Elegir la portada de un libro siempre es complicado. Junto al título y la sinopsis de la contraportada son los principales reclamos de cualquier novela. A menudo, los únicos.

          Cuando hace ya unos años Mira Editores me planteó la cuestión de qué portada podía tener La terrible historia de los vibradores asesinos, decidirlo fue complicado. A la dificultad habitual se añadía que cada tipo de portada podía trasladar al potencial lector ideas muy distintas, a causa de lo particular del título.

          Por ejemplo, sin ver portada alguna y dejándose llevar por la palabra «vibradores» (y, por supuesto, sin haber leído una línea) hubo quien afirmó por entonces, y no para echarme flores, que había escrito un libro pornográfico. Lo de «asesinos» le preocupaba menos. De ser cierto, la portada más adecuada se hubiera parecido a la que bajo estas líneas puede verse. La imagen, no sé si erótica, sugerente o vulgar, de puro típica no hubiera dejado lugar a dudas de que lo importante del título era la palabrita «vibradores», y de que, por tanto, el argumento giraba en torno al sexo. Literatura erótica. Similar resultado hubiera logrado cualquier portada de tonos oscuros y algún objeto en penumbra en medio, como cuantas han imitado las de las famosas 50 sombras de Grey. No digamos ya si en la portada hubiera aparecido un vibrador: por poco realista que fuera, muchos hubieran tenido la novela por pornográfica, cuando en realidad era solo una parodia de la novela negra.



          En cambio, si en la portada hubiera aparecido un pistolón, la sangre hubiera acudido a la mente de quien la viera, y las palabras claves hubieran sido «terrible» y «asesinos», lo cual, seguramente, hubiera hecho pensar al lector en una novela negra más o menos típica cuya relación con el humor (por la estrambótica expresión de vibradores asesinos) fuera, como mucho, tangencial.



         Una calle desierta, de noche, mojada, con una persona alejándose, hubiera provocado una idea a medio camino. «Historia» sería el término clave. Algunos lo habrían vinculado al crimen por lo de «asesinos» y otros al misterio por lo de «terrible».





          La terrible historia de los vibradores asesinos tiene intriga y hay quien no duda en calificarla de novela negra, aunque paródica, pero es, ante todo, una novela de humor. Tras comentar con la editorial la idea de que una portada u otra podía inducir a confusión, se me ocurrió proponer que apareciera un sex shop como el que regenta el protagonista y, aparcado delante, un coche de la Guardia Civil. La idea recreaba una escena de la novela. Quien viera esa portada vincularía la palabra «vibradores» al sex shop y se quedaría con la idea no de una novela erótica, sino de una historia donde el sexo está presente de forma indirecta, porque la presencia de la Guardia Civil sería indicativa de un suceso vinculado a la intriga o al género negro que sería el motor de la acción. Desde esta idea, si la portada era una composición fotográfica no se remarcaría la importancia del humor, cosa que sí se lograría con un dibujo caricaturesco o casi infantil. Pensé, además, que de esa forma todas las palabras del título aportaban algo a la idea de lo que había tras la portada.

          Para explicarme mejor pintarrajeé un esbozo, aprovechando que hace varios siglos dibujaba viñetas (incluso perpetré un largo cómic titulado La verdadera historia de Caperucita Feo, que a saber dónde ha ido a parar). Para mi sorpresa, gustó, y me preguntaron por qué no lo adecentaba un poco y lo usábamos de portada.

         Dije que sí. Era la idea que había trasladado, y, además, aquel mequetrefe que hace siglos dibujaba vio así uno de sus dibujos en la portada de un libro. Si la idea fue acertada o no, juzgad vosotros.

          Cuando ya en 2014 publiqué La sota de bastos jugando al béisbol, no dudé: la portada la haría yo. La similitud, debida al tipo de dibujo, informaría de la continuidad de la saga de Ajonio Trepileto.








sábado, 18 de julio de 2015

La sota de bastos jugando al béisbol, en vídeo



Por aquello de no dejar huérfana de vídeo (o, mejor dicho, de "vídeo") a La sota de bastos jugando al béisbol, he aquí lo perpetrado en la misma línea que el de La terrible historia de los vibradores asesinos. Para ver y escuchar, así que conectad los altavoces.



domingo, 12 de julio de 2015

Ardores de agosto – Andrea Camilleri



Ardores de agosto (Serie Montalbano, 14)


Tras un largo paréntesis lector, y alternando con un par de libros con enorme carga de profundidad (Museo de la soledad y El animal moribundo) en enero hice algo contrario a mi religión: leer casi seguidos tres libros de una saga. Ardores de agosto, Las alas de la esfinge y La pista de arena.

Ardores de agosto es un título con doble sentido: alude al calor en sí, porque la acción transcurre en agosto y Montalbano se pasa el libro sudando como un pollo, y alude también a otros ardores, vinculados a la carne, que ya se sabe que es débil y, me temo, la relación de Montabano con Livia necesitaba (literariamente hablando) que algo ocurriera para no caer por enésima vez en la repetición. Dicho de otro modo, si en cada novela de la serie Camilleri nos ofrece un caso (o varios) y además nos cuenta cómo evoluciona la vida del comisario, respecto a esto último, en el plano afectivo, Ardores de agosto supone un antes y un después inevitable para poder dar un giro a la vida del protagonista y poder incluir en las siguientes novelas factores emocionales que mantengan vivo el interés del lector, aunque sea a costa de mezclar en demasía el rosa con el negro.

Comparada con el resto de novelas de la saga que he leído hasta ahora, es quizá la más floja. Livia le hace un encargo al comisario: que busque una casita para que unos amigos veraneen. Montalbano la encuentra, pero en ella los amigos comienzan a enfrentarse a una serie de plagas bíblicas un tanto asquerosillas e irreales, demasiado caricaturescas, que desembocan en el hallazgo de un cadáver.

Para más caricatura, el comisario gasta una broma para exacerbar los instintos sexuales del fiscal Tommaseo, y la broma, aunque inverosímil, se torna realidad, por no hablar de la misteriosa conexión de la víctima con su hermana. Demasiado irreal, lo que creo que va en perjuicio del personaje.

A partir de aquí, una historia típica donde el poderoso acostumbra a usar y abusar del débil, donde el crimen a veces está planificado, otras surge sin que se le espere y, en ocasiones, alimenta la venganza, un arte de lo más sibilino.


lunes, 6 de julio de 2015

Vibradores asesinos en vídeo


Dado que últimamente no escribo nada, me he entretenido perpetrando algo que bien pudiera haber hecho hace unos años de haber tenido el programita adecuado: un vídeo promocional, que no profesional, de La terrible historia de los vibradores asesinos.

Pido clemencia porque soy primerizo en estas aventuras, pero también creo que divertirá a quien lo vea. Eso sí: con sonido. Y cuanto más alto, mejor.