En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 28 de octubre de 2013

Ha vuelto – Timur Vermes



Toda novela de humor sobre Adolf Hitler está llamada a ser polémica; y si está escrita en primera persona por el propio Hitler, ni hablemos (por cierto, en coherencia debería titularse He vuelto). Como la propia sinopsis del libro indica, ¿está permitido no ya reírse de Hitler sino con Hitler? Es una duda ética, no literaria, pero ineludible.
Y porque esa duda es ineludible, Ha vuelto no es un libro que deje indiferente, aunque es complicado saber hasta qué punto las encontradas sensaciones que produce es mérito del autor o de lo que todavía hoy evoca la figura de Hitler, siendo, como es, alguien que siempre viene a la mente cuando se habla de las monstruosidades humanas. Es decir: ¿qué es lo que invita a la reflexión? ¿La novela, la figura de Hitler, o la posibilidad próxima o remota de nuevos genocidas?
Porque de esto trata la novela, bien que a través de un Hitler “real” que es en realidad una caricatura. Quien a lo largo de toda la novela se refiere a sí mismo como el Führer del Reich, demostrando la mesíanica confusión de persona y cargo típica de todos los dictadores, se despierta en un descampado berlinés, en el año 2011, sin otra memoria que lo ocurrido hasta el día de su “no suicidio”,  y con una laguna de 66 años que no se preocupa por llenar, dando por hecho que el fenómeno tiene una clara explicación, también mesiánica: tan importante es él, que el destino se las ha apañado para que continúe su labor “salvadora”.
A partir de esos instante, sin ocultar su personalidad, Hitler comienza a ponerse al día de las noticias y de cómo ha evolucionado la sociedad y la técnica, a la vez que lucha con la precariedad de medios, porque el hombre está con lo puesto. Los demás primero lo ven como a un chalado, pero un chalado tan convincente que pronto es presentado a unos productores televisivos; a partir de ese momento el chalado pasa a ser, a los ojos del resto, un actor que se dedica a la parodia; y su empeño en no dejar de ser Hitler ni un instante lo atribuyen, no sin admiración,  a que sigue  la técnica artística llamada “el método” (aunque en el libro la denominan de otra forma), consistente en que el actor no sale del pellejo del personaje ni en su vida particular, para integrarse en él e interpretarlo a la perfección. El Hitler de esta novela, como he dicho, no tarda en hacerse un huequecito televisivo. Sus críticas al mundo, lanzadas en el apartado de un programa, son tomadas entonces como parodias y, por tanto, como una crítica a las propias consignas nazis. Solo su apariencia es problemática por todo lo que evoca, pero es vencida por la incorrecta interpretación de su mensaje, porque  mientras Hitler arenga en serio, su público se toma sus palabras a broma, aunque una parte del público celebra algunas mordaces críticas que solo pueden hacerse desde el humor y que consideran certeras. Por otra parte, no debemos olvidarlo, ni el odio ni el racismo han muerto nunca, y cualquier alusión a ellos, siquiera sea tenida por humorística, encuentra eco.  En resumen, este Hitler de 2011 es aceptado porque parece ser lo contrario de lo que es, pero también porque habla de temas que siguen latentes. Pero, y esto es lo inquietante, ha sido aceptado siendo lo que es, sin que nadie haya sido capaz de ver la verdad. En medio de toda esa confusión que para ser realista precisaría de un Hitler increíblemente tonto, lo único cierto (para el lector, no para la sociedad alemana reflejada en la novela, que no se entera) es que el mismísimo Hitler se ha colado en la televisión, está lanzando su mensaje, se ha convertido en una estrella y llega un punto en el que hasta los partidos políticos de diferente signo político quieren acercarse a él.
También podría verse, aunque no me atrevo a decir que esté en la intención del autor, una crítica a una cultura, como la actual, donde todo se mide por la audiencia y donde, por tanto, por las pantallas no deja de desfilar un ejército de indeseables que reducen la comunicación a un debate sobre irrealidades pretendidamente escandalosas, con argumentos estúpidos o directamente falsos, pero no por eso carentes de influencia, dado que para muchas personas son los únicos que llegan a sus oídos. Una "cultura" donde la demagogia campa a sus anchas, porque es más sencillo hacer demagogia que razonar, y porque en una sociedad donde a nadie preocupa la verdadera cultura o el humanismo, cada vez hay menos personas capaces de identificar la demagogia, y, en consecuencia, cada vez son más los que se someten entusiastamente a ella.
Junto a los hechos narrados, en sí insensatos y, por tanto, algo cómicos, conviven otras tres fuentes de humor: la forma en que Hitler interpreta cada hecho para adaptar la realidad a sus creencias es la típica de un loco que sería quijotesco si no fuera porque el personaje histórico no limitó sus delirios a la utopía; la forma de ingeniosa arenga con que se expresa, utilizando todo tipo de comparaciones despectivas y elogiosas pero siempre chocantes y con un deje gruñón que lo hace más simpático que odioso y, por último, la forma en que se justifica cada vez que la necesidad le obliga a traicionar sus principios.
El personaje de Ha vuelto no es Hitler, obviamente, sino una parodia de él. Un Hitler imaginado e irreal, infinitamente más cercano al de una mala película que al personaje histórico. Pero habida cuenta de lo que Hitler supuso en la historia, cualquier referencia a él, incluso humorística, no deja de ser inquietante, y el título, Ha vuelto, también lo es en una situación como la actual en la que, en buena parte de Europa, están resurgiendo partidos extremistas. Así es que, con independencia de la calificación literaria que merezca el libro, no es una mala excusa para que reflexionemos sobre cómo los extremismos, que han existido siempre, se abren paso a través de las grietas que las crisis dejan en las sociedades, porque de una cosa podemos estar seguros: el género humano no ha dejado atrás las atrocidades. Otra cosa es que, como los espectadores que jalean a Hitler en esta novela, no seamos capaces de verlo.


1 comentario:

  1. Realmente no es una caricatura de Hitler. Vermes juega con mucha habilidad ahí. Hitler realmente era así y Vermes se limita a convertirlo en una caricatura sólo porque choca contra la realidad de 2011 que, poco a poco, como la de 1933, va volviendo en su favor. La crítica al aborregamiento de nuestra sociedad actual a través de los medios de comunicación que enaltecen la pacotilla sin mirar otro criterio de calidad que el de la audiencia es también deliberada. Sería difícil que no fuera así.
    Echa un vistazo a la reseña de lanovelaantihistorica.wordpress.com para más detalles.

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