En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Reflexiones sobre literatura y humor, 2



"No se propone el humorismo corregir o enseñar, pues tiene ese dejo de amargura del que cree que todo es un poco inútil.

Casi no se trata de un género literario, sino de un género de vida, o mejor dicho, de una actitud ante la vida."

Ramón Gómez de la Serna, Gravedad e importancia del humorismo.


lunes, 24 de septiembre de 2012

Suicidio perfecto – Petros Márkaris



   Suicidio perfecto es la tercera de las novelas de Márkaris protagonizada por el comisario Jaritos. De nuevo Grecia es el marco, esta vez en los años previos a las Olimpiadas, de nuevo el pobre hombre se pasa media novela sumido en el caos del tráfico ateniense, agudizado por las obras olímpicas, de nuevo la novela es casi un callejero, y de nuevo se deja ver a cada paso la idiosincrasia griega que está detrás de mucho de lo que ha ocurrido luego. Una idiosincrasia, por cierto, no demasiado lejana de la española.

   El argumento es muy atrayente: un conocido y reputado empresario se suicida en directo, en televisión, durante una entrevista. ¿Dónde está el crimen, si el hombre se ha suicidado? Aparentemente en ningún sitio. Pero Jaritos no lo tiene tan claro. Para liar la cosa, una organización de extrema derecha se atribuye haber inducido al suicidio al caballero.

   Pero el comisario está de baja (para ver los motivos, basta mirar la última página de la novela anterior) y su sustituto amenaza con quitarle el puesto con carácter definitivo. Esto, unido a las escenas matrimoniales y a la presencia del futuro yerno conforman el entorno laboral y familiar que también da color y humor a todas las novelas de este personaje.

   Pese a todo, Jaritos comienza a investigar a su aire; es decir irregularmente, porque está de baja, aunque con apoyo “extraoficial”. Sus pesquisas no le conducen, sin embargo, hacia donde el Gobierno desea, y todo comienza a irle mejor cuando las cosas comienzan a ir peor, en su propio decir: nuevos “suicidios perfectos” y unas extrañas biografías complican todo.

   Una lectura entre divertida y entretenida, con el típico humor gruñón del personaje, donde lo irreal del caso no mengua el interés, sino que lo acrecienta. Solo dos “peros”: el papel de las “biografías” y del “biógrafo” está un tanto traído por los pelos, y su situación en el asunto es más evidente para el lector que para los propios personajes durante bastantes páginas; y, sobre todo, el final: dar un final a la altura del comienzo era tarea complicada; tanto que creo que Márkaris no lo ha conseguido. Lo mejor, al igual que en las entregas precedentes, las agudas valoraciones sobre motivaciones e intenciones que a cada momento hace Jaritos.


jueves, 20 de septiembre de 2012

Reflexiones sobre literatura y humor, 1




"Valía la pena explicar también, para instrucción de indoctos, lo cerca que está siempre el humor del surrealismo; y cómo ambos, al fin y al cabo, son emanaciones directas de la sinrazón, por lo cual uno y otro les son difíciles de comprender y de estimar a las gentes exclusivamente razonables; a las gentes que no tienen capacidad mental y espiritual bastante para saber huir de la realidad en un momento dado; a las gentes no preparadas para el ensueño y a quienes toda ensoñación repugna; a las gentes cuyo corazón se haya cerrado herméticamente a la poesía; a las gentes sin alma; a las gentes que viven, piensan y sienten en todo instante a ras de tierra".

Enrique Jardiel Poncela. Madre (el drama padre).

lunes, 17 de septiembre de 2012

El consuelo – Anna Gavalda



    He aquí una novela escrita con cierta originalidad (relativa) en la forma, combinando los hechos con las reflexiones del protagonista como si además de personaje fuera lector, aunque El consuelo más que una novela es la acumulación de tres historias consecutivas, con los mismos personajes, cada una de las cuales trae razón en la anterior, pero tan diferentes en su tono que por eso me permito hablar de "acumulación", aunque formalmente solo haya una historia.

    La primera parte, por así llamarla, comprende la mitad del libro. En ella el protagonista, Charles, un arquitecto de postín, recibe la noticia de que ha muerto su antigua vecina, madre del que fue su mejor amigo. Y a partir de aquí, el desconsuelo, el soponcio, el rememorar el pasado dosificando la historia para mantener el interés jugando con algunos equívocos, como hasta dónde llegó la relación del muchacho con la mujer. El hijo de la fenecida, además, tuvo ciertos “tratos” con la hermana preferida de Charles, que acabaron mal. Y durante 250 páginas todo apunta a que el protagonista se va a plantar en casa de su antiguo amigo a cantarle las cuarenta por todo lo que hizo a su propia madre y a la hermana de Charles. Todo ello en medio de una relación de pareja que ni es relación ni es de pareja, y con una "hija no hija" de por medio.

    Comienza en ese punto la “segunda parte”, que nada tiene que ver con la primera. Ahora, el “desconsuelo consolado” viene de la mano de una simpática muchacha con una lacrimógena historia tras de sí, que vive, en estado semiasilvestrado, con sus jóvenes sobrinos y algunos niños más. Esta desenfadada forma de vida provoca un shock en el protagonista. Lo que viene después, es sencillo de imaginar.

    Si la cosa se hubiera quedado aquí, estupendo. Sin embargo, quizá porque los personajes deban ser “consolados”, aparece un final interminable, de casi un centenar de páginas, que llega a ser empalagoso y que no aporta gran cosa.

    Y eso es todo. Demasiadas páginas para tan poca chicha, aunque hará las delicias de los lectores aficionados a las novelas lacrimógenas.





lunes, 10 de septiembre de 2012

Muerte en lista de espera – Veit Heinichen




Para bien o para mal, se confirma lo presagiado por la primera novela de la serie de Proteo Laurenti: el protagonismo, el encanto de la novela, es Trieste y su peculiar entorno, así como las cuestiones domésticas que rodean a un Proteo que el autor presenta como una figura a la que reír todas las gracias. Y se confirma también otro punto: a Heinichen lo de hilar tramas se le da regular.

Comienzo por lo último: ¿trama? ¿Qué trama? No la hay. Desde el principio se sabe quiénes son “los malos”, se sabe qué personajes están al corriente y cómo pretenden “vengarse” (dos vengadores para dos pecados similares, por cierto), y Proteo Laurenti está a verlas venir. Todo se reduce a esperar el momento que se sabe que ha de llegar, a disfrutar por anticipado del sofoco que se llevarán “los malos”. Proteo, además, no aporta nada al desarrollo del asunto, con lo cual, volviendo al primer punto, no es una novela “de” Proteo Laurenti sino “sobre” Proteo Laurenti, donde con la excusa del tráfico de órganos el personaje se luce con situaciones demasiado absurdas (todo un “vicequestore” que se lleva el perro al despacho a diario, por ejemplo), o el típico recurso de la “zancadilla al héroe”, de la acusación injusta, por no hablar de sus chulerías y desplantes caprichosos o de su tópica relación con “las mujeres” (así, en general).

Tampoco me gusta el intento de hilar unas novelas con otras a través de ciertos “malos” cuya única misión es fidelizar lectores. No es un recurso literario, sino comercial. Quienes no hayan leído la primera de la saga (“A cada uno su propia muerte”) deben saber que en ella hay un señor muy malvado que se pega una bofetada con una motora, pero sólo aparece el fiambre de su acompañante. Todos lo dan por muerto menos Proteo, que es muy pito y no se cree que se lo hayan zampado las sardinas.

Por último, llama la atención la contundente crítica a los modos políticos introducidos por Berlusconi. A pesar de la calaña del personaje, que oscila entre lo sumamente peligroso y lo inmensamente estrafalario, no es sencillo, desde fuera de Italia, saber hasta qué punto se exagera o no. De lo que no cabe duda, es de la opinión que Berlusconi le merece a Heinichen.

En resumen: todo el encanto de esta novela (y tenerlo, lo tiene), es el entorno y lo que hace de ella una “comedia de situación”, no lo que la define como una “novela negra”.


lunes, 3 de septiembre de 2012

No acosen al asesino - José María Guelbenzu



Magnífica novela donde en la primera página ya sabemos quién es el asesino, pero no sabemos por qué ha matado al viejo juez Medina, ni si alguien será capaz de averiguarlo y desenmascarar al asesino.
El suceso ocurre durante las vacaciones de verano, en una lujosa urbanización de un pueblecito cántabro.
El asesino, Carlos Sastre (difícil no imaginárselo con la cara del ciclista del mismo nombre) ha ido allí invitado por un matrimonio amigo, y se aloja en “La Cabaña”, una casita alquilada que forma parte de un complejo más amplio, propiedad de otro de los veraneantes en la zona.
El asesinato ha sido perfecto, al menos en teoría (aunque a medida que uno va leyendo novela negra se da cuenta de que los autores olvidan selectivamente las técnicas modernas de investigación), por lo que la juez Mariana, que se hace cargo del caso, anda bastante perdida.
La acción transcurre entre las opiniones de los miembros de la colonia, las reflexiones de la juez y las del propio asesino. Él mismo acaba transformándose en su peor enemigo. Y es que a veces el miedo conduce, precisamente, a caer de cabeza en aquello que se quiere evitar.
Aunque el ambiente, sobre todo al principio, es tan tenso que casi resulta desagradable (el lector no deja de ser un involuntario cómplice del asesino), la novela se lee muy bien. Los capítulos son muy breves, con lo cual se puede  permitir el lujo de que unos aporten algo a la trama y otros solo formen parte del decorado.
Congruentemente con hacer del miedo de unos y otros el motor de la acción, la novela finaliza con una explicación emocional. Al fin y al cabo, hasta los asesinos tienen sus razones.