En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Paraíso inhabitado - Ana María Matute




      No hace mucho leía que algún político no consideraba a Ana María Matute autora catalana porque no escribía en catalán. Bueno, pues seguro que hay muchos otros dispuestos a “adoptarla”, porque se trata de lo mejorcito que hay por ahí, escriba en español, en guanche o con señales de humo. 

        Quien me dejó turulato con Olvidado Rey Gudú (uno de los mejores libros en español del siglo XX; seguramente uno de los mejores libros del siglo XX) me ha dejado ahora un excelente sabor de boca con Paraíso inhabitado, un libro que describe algo muy difícil: el proceso de dejar atrás la infancia. 

         El oficio de la autora se aprecia en cada línea, pero siempre y cuando el lector sea capaz de leer este libro con calma, sin prisa, sin impaciencia. Aquí no hay un misterio que resolver; de lo que se trata es de disfrutar con cada palabra, con cada comparación, con el proceso que ha de conducir donde ya sabemos (a que todos dejamos de ser niños en algún momento). Pese a todo, hay una historia que sirve de excusa para lo importante. Y la historia, en sí, es hermosa: una niña en el Madrid de preguerra vive aislada en su propia casa, en medio de las asistentas, mientras su hermana es demasiado mayor para jugar con ella y sus padres andan enzarzados en disputas conyugales. Su temperamento, forzosamente solitario, encuentra la forma de expresarse a través de la amistad con Gavrila, un niño ruso que vive en el mismo edificio y que tiene una existencia, por decirlo así, complicada en aquellos tiempos.

       Con estos mimbres, Ana María Matute nos conduce suavemente desde la infancia hasta la preadolescencia, haciendo chocar cada poco tiempo el mundo adulto y el infantil hasta el momento en que, no sin dolor, todos acabamos con nuestra infancia estrellada –y con sus pedazos convertidos en recuerdos- en el mundo adulto.

     Un libro excelente y sin truquillos comerciales porque Ana María Matute hace tiempo que puede darse el gustazo de escribir lo que quiere. Es lo que ha debido de hacer siempre, pero aunque no fuera así se lo habría ganado a pulso, letra a letra.



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