En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de junio de 2011

Las hermanas Sisters - La Trinca


Una buena canción de amor resiste el paso de décadas, pero por alguna razón una buena canción de humor no sobrevive doce meses. Por ejemplo Las hermanas Sisters, de La Trinca. Aunque en este video el sonido es defectuoso, ya quisieran la mayoría de los músicos arreglar sus melodías con tanto detalle. ¿Hubiera sobrevivido esta buena música si la letra versara sobre los temas tradicionales?


martes, 28 de junio de 2011

Elvis Presley - Riéndose en directo



Sigamos con el humor. Anda que no se lo pasó bien ni nada Elvis Presley el día en que cantó lo que aquí puede escucharse...



lunes, 27 de junio de 2011

La terrible historia de los vibradores asesinos - Noticias



Pongo esta entrada solo para dejar constancia del cosquilleo que se siente al entrar en una web y ver el libro encabezando la sección de "Los más vendidos". Parece ser que ese listado deriva de la antigüedad en llegar al "top ten", pero sea como sea, bien está estar ahí, jejeje.

miércoles, 22 de junio de 2011

En el país de los cucutes – Javier Arruga



«El viajero» que protagoniza esta historia nos cuenta su periplo a pie, a lo largo de unos cuantos días, por varios pueblos de los Monegros. Un viaje corto por un territorio muy cercano geográficamente al punto de origen del viajero, pero de alguna manera lejano en el recuerdo colectivo y en las formas de vida, porque la forma de narrar hace pensar en una especie de “viaje al pasado”, o de reencuentro con el pasado. Y en este pasado ocupa un lugar importante la memoria de la Guerra Civil, que a veces se refleja de forma un poco obsesiva, hasta el punto de que en alguna ocasión el viajero se burla de sí mismo con tal motivo.

Y podría decir que este libro comienza como las caminatas: echándose a andar. Así que el lector que acompaña al viajero echa a leer como éste a caminar, y lo primero que se pregunta es dónde van y por qué. Pero tras las primeras páginas la duda se diluye en los paisajes, los encuentros, los retazos de viejas historias y de información con que el viajero ilustra al lector acompañante y, sobre todo, con el humor que acompaña en todo momento la narración, y que dulcifica el cansancio de las caminatas, la sed y hasta el hambre.

Porque no podría entenderse este libro sin el humor con que se narran algunas situaciones (o más bien se interpretan), hasta el punto de que es difícil leerlo sin sonreír. Se diría que a veces surge la duda de si el viajero patea los Monegros para conocerlos o para divertirse (cosas, por otro lado, que tampoco son incompatibles). Pero el buen humor del viajero se corresponde, creo yo, con su estado de ánimo, y va evolucionando según evolucionan las jornadas, hasta llegar a un final en el que el ingenio es desplazado por cierto pesar que lo mismo puede atribuirse al cansancio que a la pena por finalizar el viaje, o a la frustración por lo “desmonegrizado” de parte de los últimos kilómetros.

Lo más curioso es que al final del viaje sigue quedando la duda de cuál fue su motivo, porque aunque el viajero llega a apuntar que todo viaje es una búsqueda de uno mismo y da la causa por perdida, esa idea no se ha vislumbrado claramente con anterioridad. No es un defecto, más bien al contrario, porque obliga al lector a tratar de averiguarlo.

Lo “peor” del libro, sin duda, es que el hambre y la sed que a veces sufre el viajero terminan contagiándose al lector, aunque, en compensación, nada te impide pimplarte una cerveza recién sacada del frigorífico en cualquier momento. Y encima sabe mejor.

En definitiva, un libro para encontrarse con una tierra a menudo desconocida, divertido, y con el que he pasado un muy buen rato de lectura.

martes, 21 de junio de 2011

Tip y Coll - Le vendo un espejo


Comenté, en el primer artículo de este blog, que habría sitio para todo lo relativo al humor. Comienzo con Tip y Coll. Unos clásicos del absurdo y de los juegos de palabras.



sábado, 18 de junio de 2011

La terrible historia de los vibradores asesinos: noticias


Buenas noticias que, la verdad, no podía esperar habida cuenta de que no es posible gastar un solo céntimo en publicidad:
La terrible historia de los vibradores asesinos
ocupa ahora mismo el cuarto lugar en la lista del "top ventas" de humor en FNAC, jejejeje.


Los ojos amarillos de los cocodrilos - Katherine Pancol



Si algo tiene de bueno este libro es el tratamiento de los “elementos comerciales”. Aunque los “anzuelos” sean evidentes, consigue captar la atención, uno se deja llevar tranquilamente, y tranquilamente van sucediendo las cosas y se van desentrañando los misterios o, mejor dicho, los pequeños misterios que parecen grandes cuando son desconocidos. 

La protagonista, Jo, es una cuarentona que vive en las afueras de París, en un barrio humilde, con dos hijas y el marido en paro –un tipo que se cree el rey del mambo-. La cosa se complica cuando echa al marido de casa por ponerle los cuernos y tiene que enfrentarse sola a la vida para sacar adelante a las dos hijas: la mayor, capulla y exigente, lista y guapa, aspira a tener dinero y no deja de poner a parir a la madre por ser poca cosa, poco ambiciosa, gorda y fea. La pequeña, por fortuna para la madre, es exactamente lo contrario.

 Más cuernos: los que el padrastro de Jo le pone a la madre de ésta, un vejestorio interesado e insoportable. Marcel, un empresario de éxito, sesentón y bonachón, se ha liado con su secretaria, la cual también es algo interesadilla y no hace ascos a algún tipo más joven. Marcel, además, quiere tener un hijo.

 Además está la parte “chic”: la hermana de Jo, Iris, la triunfadora, guapísima, y forrada gracias a su matrimonio con un abogado de postín: todos los lujos a su alcance, el París del lujo entra así en el libro, y permite combinar lo cotidiano con lo lujoso.

 Con estos mimbres se teje una historia en torno al trabajo de “negra” que Jo hace para Iris. Le escribe una novela histórica ambientada en el siglo XII que llega a ser un bombazo gracias a los contactos y al histrionismo televisivo de Iris. El primer misterio es obvio: ¿será descubierto el pastel? ¿Y quién lo descubrirá? ¿Todos a la vez o poco a poco? ¿Cómo reaccionará cada uno de los amigos, familiares, etc.?

 Junto al misterio principal hay otros misterios “accesorios” que hacen deseables (literariamente hablando) a los personajes: la vecina de Jo, una “escocesa” que hace pasteles para restaurantes, resulta estar relacionada con la realeza británica (qué es y por qué se esconde, es el misterio); a Phillipe, el marido de Iris, primero se le atribuye un romance homosexual y luego parece estar metido en un asunto oscuro (en planteamiento es muy simple pero la forma de solucionarlo es muy buena), además tiene un evidente interés en Jo, a quien trata de facilitarle la vida; a todo esto el matrimonio de Iris también hace aguas, y ver si se salva es un misterio añadido. Iris, además, pese a tenerlo todo no deja de pensar en un antiguo amor. ¿Qué sucederá? Más misterios: ¿hasta dónde llegará la confianza de Jo con su cuñado? ¿Por qué éste le pide discreción en los trabajos que le encarga y nadie quiere que se sepa que Jo trabaja a veces para él? ¿Acabará Jo liándose con el modelo al que conoce en una biblioteca? ¿Qué hace un tipo como él en un sitio así? ¿Cómo le irá al ex marido de Jo, que se ha ido a Kenya como encargado de una granja de cocodrilos? Nadie le paga, las pasa canutas. ¿Acabará cobrando y prosperando o se hundirá definitivamente? ¿Se cansará de él Mylene, la peluquera con la que se fue? Otros misterios: ¿Y Marcel? Se lía y discute con su secretaria. ¿Se reconciliarán? ¿Se quedará ella embarazada? ¿Tendrá él arrestos de librarse de su esposa? ¿Cómo, si parece ser que económicamente ella lo tiene todo atado?

 Mientras tanto, a medida que se enfrenta a la vida y va saliendo airosa, Jo va ganando confianza en sí misma, va aprendiendo a creer en sí misma, y las cosas poco a poco le van saliendo mejor y la vida le va sonriendo pese a los disgustos y a los tejemanejes de la hija mayor.

 En definitiva, una nueva versión del cuento del “patito feo” adornada con un conjunto de “misterietes inofensivos” que son llevados a la vez, en conjunto, de forma muy amena, sin generar ansiedad pero tampoco desinterés. Lo dicho: los elementos comerciales más típicos combinados de la mejor manera posible. Una novela imprescindible para quien aspire a ser un superventas. Una novela prescindible para quien sólo desee escribir lo mejor posible, pero con todo, lo bastante trabajada para que no sea un producto hecho en serie.

 Me ha entretenido. La he leído con agrado.



martes, 14 de junio de 2011

La herencia de Eszter - Sándor Márai


    A sus 45 años Eszter vive en una vieja casa en cuyo jardín encuentra entretenimiento y sustento. Es lo único del patrimonio familiar que quedó a salvo de Lajos, un embaucador que arruinó a su familia, que sacó dinero a todo el que se le puso a tiro y del que ella se enamoró; y él, diciendo que la amaba, acabó casándose con la hermana de Eszter, ya muerta. Después Lajos desapareció. Han pasado veinte años.

    Ahora acaba de anunciar su visita. Todos temen el motivo, todos están precavidos. Todos saben que viene a pedir, aunque todos tienen la esperanza de que venga a saldar deudas, porque como buen embaucador fue capaz de hacerse querer.

    Es lo que Eszter desea, porque si Lajos viene a sacarle los cuartos ella sólo tendrá dos opciones: o mandarlo al diablo, o dejarse embaucar con falsas promesas, cederle lo poco que tiene –la casa- y vivir a partir de ese momento en la indigencia.

    No voy a contar el desenlace, pero sí diré que lo más interesante son las reflexiones que surgen al cerrar el libro:

    Si Eszter manda al diablo a Lajos, si no se deja engañar una vez más, habrá conservado su escaso patrimonio, pero a un coste muy elevado: comprender que ella misma se ha estado engañando, que el amor latente durante veinte años no era tan fuerte como creía. Habrá conservado la casa, pero comprenderá que durante dos décadas ha vivido de un sueño menos valioso que un plato de lentejas.

    Pero si cede... Eszter podrá seguir amando, podrá seguir soñando aunque sea en la indigencia.

    ¿Y qué es más importante? ¿Tener o soñar?





 

sábado, 11 de junio de 2011

El factor humano - John Carlin




No sé si es un mal libro de historia o un buen libro sobre un partido de rugby, pero si tuviera que apostar lo haría por lo segundo.

Aunque está bien estructurado, aunque avanza con paso firme y directo al grano sin que sobre ni falte nada, no ha terminado de engancharme. Tiene la estructura de los documentales sobre tal o cual cosa en los que se va contando cómo lo vivieron varias personas, para lo cual antes nos pone en antecedentes sobre ellas.

Centrado en el proceso mediante el que Sudáfrica salió del “apartheid” narra cómo el mundial de rugby sirvió más que ninguna otra cosa para unir a negros y blancos; el rugby era deporte blanco, pero la voluntad de Nelson Mandela de hacer un país apostando por la reconciliación y no por el ajuste de cuentas hizo que el deporte acabara uniendo a todos. A blancos con negros, y dentro los blancos a “ingleses” con “africaners”. O eso dice el libro.

Es sabido que la política utiliza el deporte. La exclusión de Sudáfrica de los acontecimientos deportivos durante años fue una forma de presionar intensamente a su gobierno: suponía demostrar a todos y cada uno de los ciudadanos que lo apoyaban que la comunidad internacional estaba en contra de lo que estaban haciendo. Pero lo más típico es utilizar los logros deportivos, incluso “forzarlos” (como en la antigua RDA) como “demostración”, como si el triunfo demostrara que se está bien gobernado.

Todo el mundo sabe estas cosas, y por eso es frecuente que grandes acontecimientos deportivos (mundiales, olimpiadas...) se adjudiquen a países sumidos en procesos de democratización. Es una forma de reforzar a sus gobiernos. A la España democrática le fue adjudicado el Mundial de 1982, y en 1986 (tres años después del intento de golpe de estado) la Olimpiada de Barcelona; a la Corea “buena” le fue otorgada una olimpiada frente a la Corea “mala”; la misma Sudáfrica, que sigue siendo un país violento, además de recibir el mundial de rugby del 95 ha organizado este año el mundial de fútbol; a Brasil, el país latinoamericano que se quiere que sea referencia para el resto y que anda sumido en un complicado cambio se le ha adjudicado la Olimpiada de 2016 y el mundial de fútbol de 2014; China, por más dictadura que sea, reclamó la olimpiada para presentarse ante el mundo como un país “normal” y la consiguió. Y la forma en que Hitler trató de usar en su provecho los Juegos de Berlín es ya un ejemplo de cómo la política quiere apoyarse en el deporte.

Según el libro, Nelson Mandela también atribuía mucha importancia a este tema, y es lógico porque la sola vuelta de Sudáfrica a las competiciones deportivas lo legitimaba internacionalmente ante sus propios ciudadanos. Pero Mandela, por más interés que pusiera y por más importancia que le diera, no creo que perdiera de vista que aquello era un medio, no un fin. Pero el libro, que comienza declarándolo así, termina confundiendo el fin con el medio, y acaba siendo un libro “sobre un partido de rugby”. Es imposible dudar de que ese partido tiene connotaciones políticas y sociales que lo hicieron único; el problema del libro, a mi juicio, es el que he apuntado: que a partir de cierto punto el medio se convierte en el fin.

Eso provoca lagunas y el enfoque “peliculero” típico de la “épica deportiva”. Ese enfoque es más visible a medida que avanza el libro. Todos terminan llorando emocionados, abrazándose y felicitándose por haberlo conseguido “entre todos”. Al final del libro puede pensarse que Sudáfrica es el séptimo cielo, y no uno de los países más violentos del mundo.

En la explicación del proceso político previo hay, creo yo, vacíos. Hablo desde la ignorancia, claro, pero todo está centrado en el papel de Nelson Mandela y del Congreso Nacional Africano por una parte y, por otra, en frente, la extrema derecha blanca. Y apenas se da importancia a un proceso que tuvo que existir y que no debió de ser fácil: el proceso por el cual el partido en el poder se avino a poner en marcha los mecanismos para cederlo. Quienes ocupaban el poder parece que, simplemente, se apartaron. Pero apartarse del poder es siempre traumático, y de eso no se habla.

En resumidas cuentas: si no se conoce bien la historia de Sudáfrica (como es mi caso) esta lectura se ve permanentemente acompañada por la incómoda duda de cuánto hay de verdad y cuánto de exageración.

Dejo para el final el tratamiento de Nelson Mandela. Estamos hablando de un líder histórico, de alguien con una biografía que seguirá llamando la atención dentro de siglos. Alguien con un mérito enorme. Pero todos los hombres, hasta los ejemplares, tienen sus defectos, sus trapos sucios, y más si han tenido una biografía movida. Pero Mandela aquí es presentado con una pureza que linda con la idolatría. Parece un mesías, como si su sola palabra bastara para cambiar la realidad. Supongo –al menos es lo lógico- que debe de tener una personalidad fortísima, una inteligencia superlativa, un carácter firme y una determinación a prueba de bomba; pero su obstinación es pintada de forma demasiado “amable”, demasiado “dulzona” para resultar convincente.

¿Y qué es el factor humano? ¿La forma en que Mandela era capaz, según el libro, de llegar al corazón de sus adversarios convirtiéndolos en amigos? ¿O la forma en que el ser humano es capaz de matarse o abrazarse por los motivos más absurdos? “Ayer te odiaba por costumbre y estaba dispuesto a matarte, pero como hoy nuestro equipo ha ganado al rugby ya somos amigos para siempre”. Parece una estupidez superlativa, pero el ser humano es capaz de tonterías así y mayores.

Una última cosa: en el libro se ha basado la película “Invictus”. No la he visto ni creo que la vea. Por más buena que sea me repatea las tripas que todo se convierta en un negocio. Todo, absolutamente todo. Lo digo porque según el libro “Shosholoza” era una especie de himno a la libertad, un himno negro con el que se reclamaba libertad y dignidad. Un himno que hizo vibrar el estadio donde se jugó ese partido cuando lo compartieron negros y blancos. Bueno, pues ahora pones “Shosholoza” en Internet y sale por todas partes “BSO de Invictus”.



martes, 7 de junio de 2011

Juego de espías - Michael Frayn


Un sesentón regresa al callejón donde fue niño en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Allí recuerda el día en que su amigo Keith le dijo la frase que habría de cambiar su vida: "mi madre es una espía alemana".

A partir de ese momento los dos amigos comienzan a espiar el ir y venir de la madre de Keith, pensando siempre que todo lo que hace tiene un objetivo: espiar para los alemanes.

Así, sin pretenderlo, interfieren en una historia de amor y solidaridad de las que sólo pueden darse en situaciones como las propiciadas por una guerra.

Las primeras cien páginas se me hicieron demasiado lentas, pero las restantes las leí rápidamente y con verdadero interés, aunque llega un momento en que el desenlace se ve venir.

El libro deja abiertas muchas cuestiones, como todo lo sucedido dentro de casa de Keith,. Pero lo mejor no es la trama en sí, sino la forma en que Stephen, el protagonista, narra cómo los hechos más simples alteran los estados de ánimo infantiles, cómo la imaginación trabaja para defendernos de nosotros mismos, cómo somos capaces de eludir la realidad y, a la vez, sentir una peligrosa atracción por ella. Leer algo así merece la pena. Todos hemos sido niños, y aprendiendo cómo pensaba el niño que fuimos, quizá comprendamos mejor al adulto que somos.



jueves, 2 de junio de 2011

Última salida para Brooklyn - Hubert Selby




No me extraña que este libro fuera censurado en su momento, porque todavía hoy resultan duras sus historias de travestis degradados y humillados, de prostitutas convertidas en miasmas, de machitos machistas, de mujeres frustradas y sometidas, de homosexuales saliendo del armario, de egoísmo rampante, de violencia cruel, un libro donde los protagonistas no perciben, ni remotamente, su envilecimiento.

Es, qué duda cabe, un buen libro. Pero no sé si es un libro para pasarlo bien, porque la mezcla de violencia y sordidez hace más desesperante todo. La violencia en literatura sólo es fácilmente soportable cuando la justicia es, al menos, una esperanza.

El libro narra una serie de historias con algunos personajes comunes, que pasan de protagonistas en unas a secundarios en otras. La mayoría toman como referencia –sucinta-, el bar El Griego, centro de reunión de la peor fauna del barrio. Es curioso que la ciudad, Nueva York, que apenas sale, haya sido tomada tantas veces como una especie de “resumen del mundo”. No me extrañaría que fuera intencionada la localización, para mostrar que el mundo no va más allá de nuestras propias narices, que la altura de miras no depende de dónde estamos, que no hay sitios mejores ni peores, sino personas mejores y peores. ¿Nueva York resumen del mundo? Esta historia está centrada en una cloaca donde siempre van las mismas ratas. Y la cloaca está en Nueva York como podría estar en una chabola de camellos en Madrid o en cualquier parte del mundo.

Lo mejor del libro es que el ser humano es, a menudo, tal y como se describe: conformista y mezquino en sus ambiciones cotidianas, aunque inexplicablemente vanidoso; egoísta y, por egoísta, de reacciones desproporcionadas; ruin, rastrero, miserable... Un monstruo al que para que haga monstruosidades sólo hay que dejar suelto sin ningún objetivo en la vida.